La religiosa

María de Jesús de Ágreda.Maximino Peña

María de Jesús de Ágreda.Maximino Peña

En 1620 hace la profesión y comienza toda la trayectoria de su vida mística, marcada también por la enfermedad, la tentación y otros «trabajos».

La vida de la M. Ágreda es impensable sin el marco de la clausura concepcionista. La orden de santa Beatriz la orientó hacia el misterio central de la Inmaculada Concepción, que había de ejercer en toda su vida una fascinación humanamente inexplicable.

La inexorable reclusión de la vida enclaustrada encauzó la fuerza poderosa de su inteligencia y de su voluntad hacia un crecimiento en dirección vertical. La estrechez del monasterio primero, reducido a los muros de la casa paterna, lanzó a la adolescente María de Jesús a una vida de superior expansión hacia la mística. Sus primeros años de religiosa se ven marcados por fenómenos religioso-místicos paranormales: éxtasis, raptos, arrobos, ingravidez….

Comenzó esta etapa a los 18 años aproximadamente. La forma que los trances místicos revistieron era la del éxtasis. La joven concepcionista permanecía inmóvil e insensible por espacio de dos o tres horas. El éxtasis venía acompañado de la levitación. Se elevaba sobre el pavimento y adquiría una levedad tan pasmosa, que un pequeño soplo podía mover en uno y otro sentido la masa ingrávida de su cuerpo. Se enardecía su rostro hasta tomar la forma de un verdadero serafín. Y estos arrobos llegaron a más del millar. Su confesor -Juan de Torrecilla- los divulgó indiscretamenete y las mojas fomentaban la publicidad. Mucha gente acudía verla en tal estado, el fenómeno duró hasta 1623: «fui al Señor- nos dice- y postrada ante su Ser inmutable, le dije que no me había de levantar hasta que me concediese quitarme todas las exteiroridades.» A petición de la propia Venerable, Antonio de Villalacre, ministro provincial de Castilla (1620-1623), terció en el problema para poner fin a semejante exhibición.

Mas la cesación de las exterioridades trae una concentración de lo sobrenatural en el interior de la monja, la cual empieza a vivir unos fenómenos únicos de bilocación que le hacen actuar a distancia de miles de kilómetros.

El año 1627, a sus 25 años, es elegida abadesa, cargo en el que perduraría hasta su muerte, exceptuando el trienio 1652-1655. ¡35 años en total!. Su talante fué -al parecer- la prudencia, la eficacia, la suavidad, sin caer en la blandura. Facetas altamente simpáticas de su personalidad son la naturalidad, la sencillez, el carácter humano y afectuoso…

Su vida espiritual se desarrolló en tres etapas, a las que ella llamaba noviciados: la imitación de la Virgen María, la imitación de Cristo y la entrega de sí misma a Dios; cada uno de los procesos los ratificaba mediante una especia de profesión. Desarrolló principalmente las virtudes de ciencia, prudencia, mansedumbre, fe y penitencia.

Sus arrobamientos