La Escritora
En los siglos XVI y XVII, la sociedad era contraria a que una mujer escribiera, mejor dicho, las mujeres tenían pocas oportunidades para expresarse y su condición estaba por muy debajo de la figura masculina. El convento a pesar de que, las religiosas, estuviesen sujetas a ciertos controles y a la autoridad de sus superiores o confesores, ofrecía un lugar ideal para desarrollar y cultivar las cualidades literarias y culturales. Uno de los casos más destacados del siglo XVI, fue santa Teresa de Ávila, insigne escritora castellana. Esta mujer tomó la pluma y plasmó con ella destacadas obras de la mística y, sobre todo, con su autobiografía, la Santa de Ávila fue modelo y ejemplo para muchas otras figuras femeninas. Sor María de Jesús de Ágreda fue una de éstas.
Sor María de Jesús está considerada dentro de las primeras escritoras españolas, tanto en el campo de la mística como en la literatura. En el año 1726, la Real Academia Española incluyó a Sor María en el primer Diccionario de Autoridades. A decir de Emilia Pardo Bazán: “La Venerable de Ágreda merece figurar entre nuestros clásicos por la limpieza, fuerza y elegancia de la dicción; entre nuestros teólogos por la copia y alteza de la doctrina; entre nuestros escriturarios por la lucidez de la interpretación.”
La Madre Ágreda, fue una mujer con una inteligencia luminosa y, sobre todo, con un corazón apasionado, profundamente enamorado de Dios, esto lo vemos plasmado en todos sus escritos, hasta en las cartas dirigidas al Rey Felipe IV. Fue una escritora fecundísima, autora de una serie de obras y cartas de diversos matices, algunos con enseñanzas admirables de política, siempre con un sentido completamente cristiano y moderno. Otras con contenido místico, donde se pueden ver sus méritos de escritora mística, de fuerza, inspiración, de virtud creadora. Esto se debió en parte a que, a medida en que María de Ágreda fue evolucionando en las diferentes etapas de la vida espiritual y mística, sus escritos iban adquiriendo más madurez. Por ejemplo, sus primeros escritos son de un estilo más juvenil, más vivos, más sencillos, más expresivos; si bien exponen ya las ideas y frases con el orden admirable de su “varonil” y disciplinado entendimiento.
Sin embargo, Sor María no es una escritora por el sólo hecho de serlo, es decir, la mayoría de sus escritos, fueron redactados por la obediencia de la Madre Ágreda a sus confesores y directores espirituales y por supuesto, por mandato divino. Muchos de sus grandes obras, no hubiesen existido sino es porque Sor María veía en los mandatos de sus confesores la voluntad de Dios, por lo cual no podía resistirse a las órdenes de sus prelados. Ella, misma nos lo dice en su más destacada y gran obra, la Mística Ciudad de Dios:
“Esta divina Historia, como en toda ella queda repetido, dejo escrita por la obediencia de mis prelados y confesores que gobiernan mi alma, asegurándome por este medio ser voluntad de Dios que la escribiese y que obedeciese a su beatísima Madre, que por muchos años me lo ha mandado; y aunque toda la he puesto a la censura y juicio de mis confesores, sin haber palabra que no la hayan visto y conferido conmigo, con todo eso lo sujeto de nuevo a su mejor sentir y sobre todo a la enmienda y corrección de la Santa Iglesia católica romana, a cuya censura y enseñanza, como hija suya, protesto estar sujeta, para creer y tener sólo aquello que la misma a santa Iglesia nuestra Madre aprobare y creyere y para reprobar lo que reprobare, porque en esta obediencia quiero vivir y morir. Amén.”
Según los entendidos en la materia, estas características de escribir por mandato divino y en obediencia a los confesores, era común en la época debido a la condición de inferioridad en las que se encontraba la mujer, esto le confería cierta autoridad a su escritura.
Sin embargo, “la escritura de María de Ágreda entra, como toda su vida, en el mismo proceso de obediencia radical. Para ella escribir fue una de sus principales penitencias.” (François Bonfils). Esto se ve palpable en la Mística Ciudad de Dios. Sor María, se resistió por espacio de diez años a escribir esta obra, en cuanto hubo escrito la primera versión, por obediencia a un confesor anciano, decididamente contrario a que las mujeres se pusieran a escribir de cosas teológicas, quemó todo el manuscrito. Sólo doce años después, por mandato de otro confesor, el P. Andrés de Fuenmayor, emprendió bajo su obediencia, la segunda redacción de la vida de la Virgen, en torno al año 1655, quedando concluida el 6 de mayo de 1660.
María Coronel Arana, es también, una escritora que investiga los temas que va a tratar; que pregunta, que no se queda con las dudas. Como lo haría cualquier escritor contemporáneo. Poseía una bibliografía abundante, que aún se conserva en su monasterio. Es una escritora que habla de lo que sucede en su época y de las corrientes que están en boga en el tiempo en que le toca vivir. No podría ser de otra manera, cualquier escritor está influenciado por su entorno, de ahí que en ocasiones resulte un poco difícil leer a está mujer, pues, Sor María de Jesús, vivió en el Barroco. Una de las características más comunes en la literatura del Barroco era escribir con estilo elegante, “sublime”, por esto el lenguaje que utiliza María de Ágreda en sus escritos suele ser muy elevado y muy adornado, tal como sucede con el arte del Barroco.
Pero, si quitamos todo ese ropaje del Barroco, nos encontraremos con páginas hermosas, llenas de mensajes que hablan al corazón y cantan las más bellas alabanzas al Señor y a la Virgen María. Es lo único que quiso Sor María, glorificar a su Creador y honrar a María Inmaculada. Y para ello sus escritos fueron una fuente arrolladora. Quiera Dios que el lector de sus obras se acerque a ellas no sólo buscando conocer a esta mujer sino también buscando conocer a Aquel que fue su máxima inspiración.
Para finalizar, reproducimos textualmente unas palabras que escribió el P. Andrés Ocerín Jáuregui, en ocasión al III Centenario de Sor María de Jesús de Ágreda en 1902, publicadas en Tarazona. El P. Ocerín nos describe hermosamente algunas de las características del estilo literario de dos mujeres que son grandes místicas y escritoras españolas.
“Cada autor imprime en sus escritos el sello propio que suele revelarnos, no solamente el carácter moral, sino también la constitución física, la educación, y aun la clase de vida que ha llevado: y así Santa Teresa y María de Jesús hacen del papel el confidente de sus almas, a él confían sus secretos más íntimos, le explican los más delicados sentimientos del corazón y en él nos dejan el fiel retrató de su gran espíritu.
Teresa es la personificación del amor espiritual que abrasa, que ciega, que vuela, que prorrumpe en fuertes gemidos así que pierde de vista a su Amado, que se alboroza y salta de alegría al encontrarle.
Sor María de Ágreda es la encarnación del amor que alienta, que discurre, que anda siempre reflexivo, pausado y quieto, que se adormece en la dicha, que languidece en la contrariedad: María es el ángel temporalmente desterrado del Cielo, que alaba y abraza a Dios en poseyéndolo, y suspira como tórtola al perderle de vista.
Teresa ve a Dios y quiere poseerle. Sor María lo ve y quiere ganarlo. María de Jesús para gozar a Cristo, quiere imitarle, y para esto se mortifica. Teresa va a la mortificación para estar unida con él. María de Ágreda va en busca de Jesús. Teresa le sale al encuentro. María le adora. Teresa le abraza. María reza. Teresa canta. Ésta es más alegre; María más grave y severa. Ésta es más retirada y silenciosa; Teresa más resuelta. María ha estudiado el mundo; Teresa lo ha sorprendido. Teresa tiene más sentimiento; María más entendimiento. Teresa es una mujer sin igual; María es un hombre por su rara madurez y gravedad.
En sus escritos, como en sus caracteres, Teresa es apasionada, impetuosa, agitada y traviesa; Sor María es reposada sin abandono, activa sin agitación, afanosa sin inquietud.
Sor María discurre, convence, persuade y agrada; Teresa seduce y arrastra. María es filósofa y teóloga eminente; Teresa es más poeta: de aquí es que hallamos en sus obras interrupciones sin cuento, da rienda suelta a la imaginación y pasa a lo mejor de una explicación filosófica a una poesía vehemente; parece que nada le importan el método, el orden y el estilo, y, sin embargo, sus escritos resultan hermosos sin comparación; siente y escribe. María de Ágreda mantiene, en cambio, un orden perfecto, pasa de un punto a otro, demostrando de antemano la trabazón que mutuamente mantiene; analiza el valor de las palabras con todo cuidado, y, a pesar de ser mas científica, sabe dar amenidad, curiosidad y una hermosura sin igual a sus libros. María de Jesús siente, pero antes de escribir medita.”
Para conocer sus obras ver la sección: ¿Qué escribió?