Monasterio de la Inmaculada Concepción Ciudad Bolívar, Antioquia (Colombia)
Era el año de 1950, cuando Madre Soledad de María (Hermana del Beato Jesús Anibal, mártir en la guerra civil de 1936 en España) acariciaba tierna y confiadamente la idea de una fundación. Veía la Comunidad de Jardín (Antioquia) floreciente y fértil; 40 monjas era el fruto sazonado que engalanaba aquel árbol frondoso. Y su celo la intimaba a abrirse en nuevos brotes, para que esta gloriosa Orden ensalzara a su Madre Inmaculada con otra casa que cantara continuamente sus alabanzas. Mas sólo participó de éste, su deseo, a Madre Magdalena de la Pasión, mujer de espíritu peculiar, de alegría y entrega, mano derecha en la fundación.
El 8 de diciembre del mismo año el Padre Francisco Arango comentó a la Madre Soledad lo interesante que sería una fundación en Manizales. Fue entonces cuando los ánimos de Madre Soledad y Madre Magdalena ardieron con más vehemencia; era Dios quien movía a dar el inicio. Sigilosamente se dieron a la tarea de elegir a las que serían cimiento de la nueva fundación. Y sus miradas se fijaron en Madre Celina y Hermana Bernarda; así se unieron estas religiosas en súplica ferviente para que el Señor llevara a buen fin lo que había suscitado.
Tras dos períodos sucesivos de prelacía y ante la visita del Señor obispo Antonio José Jaramillo, para la elección, en 1952, Madre Soledad manifestó su deseo de una nueva fundación; propuesta bien vista por él. Mas por parte de la comunidad hubo contrariedad; no faltó la oposición, aunque para algunas fuera obra de Dios. Sin embargo, no menguó el ansia de la Madre. El número de Religiosas requerido para la Fundación se completó con Madre Mercedes, hermana Presentación y hermana Gema de la Niña María, monja recién profesa, supliendo a Madre Celina. Estos pilares de la nueva obra, con tesón se dedicaron a todos los mínimos detalles que tiene una fundación. En cuanto a lo económico, nada tenían, pero no constituyó obstáculo alguno para vacilar, todo lo esperaban con filial confianza de la divina providencia.
En pascua del mismo año el párroco de Ciudad Bolívar, Bernardo Restrepo, se presentó muy animado. La señorita María Dolores Agudelo deseaba un Monasterio en su Municipio, por lo que estaba dispuesta a donar parte de su finca con este fin. De inmediato se escribió al Señor obispo, comunicándole el terreno prometido en Ciudad Bolívar. (En Manizales como fue pensado en un principio no se pudo llevar a cabo). Pero bien mostraba Dios sus divinos designios y caminos trazados; era Él mismo quien dirigía el timón.
La carta enviada al Señor Obispo no se hizo esperar. El 15 de julio personalmente fue al Monasterio de Jardín para dar su aprobación y reunidas en consejo recibir el libre consentimiento de las monjas que integrarían la fundación. De esta reunión se redactó el oficio o petición para la sagrada congregación de religiosos. En los días de espera escribieron algunas cartas a familiares y personas generosas solicitando ayuda. Llegada la aprobación de la Congregación se organizó con el párroco de Ciudad Bolívar la fecha de salida… 6 de octubre, para dar inicio a la nueva comunidad el 7 de octubre.
Los obstáculos fueron muchos y a tanto llegaron que el Capellán llamando a parte a Madre Soledad le amonestó: “Madre, desista”. Mas ella, con verdadero temple, le dijo: “Padre, si me fuera a ir para un paseo, desistía, mas tratándose de una obra de Dios, No”.
Las Hermanas de Jardín, ya más conmovidas y por insinuación del Señor obispo, dieron su ayuda económica a la ya próxima Comunidad naciente.
Y se llegó el día tan esperado. El 6 de octubre, de rodillas, pidieron perdón y dieron las gracias a la Comunidad. ¡Momento de gran emoción!
Los meses de espera habían sido angustiosos. El pueblo a donde se dirigían se hallaba en graves conflictos políticos y por poco estuvo a punto de anularse el viaje. Sin embargo no hubo dificultad por ardua y contradictoria que no sobrellevaran con la más exquisita paciencia. La oración y confianza en el Señor y nuestra Inmaculada Madre, constituían para ellas, las armas más poderosas, el fuerte escudo y el refugio suave que todo lo atenuaba.
Y como augurio a lo que abría de acontecer a la nueva Comunidad en su origen, se desató una fuerte tempestad… Ya ardería de ira el enemigo infernal por las derrotas que le sucederían.
Pronto cesó la tempestad y ante la demora del Párroco los ánimos se empezaron a inquietar. Más tarde recibieron una llamada avisando que iba en camino. Salieron tarde, llegando a horas de la noche. Se hospedaron donde las Hermanas de los Pobres, debido a unos arreglos que aún no habían hecho al pequeño ranchito que habitarían. El 7 de octubre día de Nuestra Señora del Rosario, rezaron con gran fervor, encomendando muy confiadamente la nueva Comunidad de Concepcionistas. Allí todo fue orar y rezar en cruz, y no soportando más el crudo ambiente que tenían que enfrentar en aquel hospital, partieron el 20 de octubre -aunque contrariando un poco al Párroco- al pequeño rancho, sin importarles las condiciones de su nueva morada… en la más precaria pobreza.
Al principio vivieron de limosna, pero todo era felicidad y fervor en la naciente Comunidad. Nuestra Señora María Inmaculada, había sido firmemente anclada, cual bandera triunfante en la tierra de Ciudad Bolívar. Y las gracias y bendiciones de Nuestro Señor y la Santísima Virgen se hicieron patentes al cesar la terrible violencia del pueblo, y la calma de los ríos que constantemente se desbordaban; entre ellos la quebrada que da al muro de nuestro Monasterio; desde la Fundación se apaciguó por completo conservándose sereno y apacible, sin volver a causar los estragos que antiguamente causaba.
Pidiendo un ladrillo a quien lo quisiera dar y con la intensa labor de las monjas se empezó la construcción en el año de 1958, contando con la generosa colaboración del Párroco y nuestros insignes bienhechores los católicos de Alemania.
La Comunidad actual está conformada por 20 monjas de votos solemnes y 3 de votos perpetuos.
Madre Gema permanece con nosotras en la Comunidad, aportando lo mejor de su sabiduría y de su experiencia en bien del crecimiento espiritual de las monjas. A Dios Altísimo y a Nuestra Madre Inmaculada, por su singular protección con nosotras, sea la gloria ahora y siempre. Amén.